Cambiar por piña colada

Bebida Preparada
Bebida Preparada – piña colada

Teníamos que cambiar nuestro comportamiento. Esa fue nuestra conclusión en cuanto empezó a aminorar la maldita cruda, después de aquella tremenda borrachera de la noche anterior. Si, ya con algunas cervezas bien frías y después de haber comido un delicioso caldo de borrego caliente y picoso la vida de ve diferente, se ve mejor. Mi somnolencia me hizo desear que pronto aparezca la noche y  dormir bien. Mañana la cruda será solamente un recuerdo, me cae que si.

La promesa hecha salvo el día de ser una ruina total además que las cervezas y el platillo borrego comprado en el mercado sobre ruedas, aminoraron los arrepentimientos. Y de que hubo cambios como consecuencia del pacto, los hubo. Aunque no fueran los que inicialmente imaginamos.

Es que nuestro comportamiento como bebedores no era el que deseábamos o el que se esperaba de nosotros, personas jóvenes e inteligentes. Como que casi siempre nos excedíamos en  nuestro comportamiento. Y ese casi siempre era para mal.

Por eso nuestra preocupación por cambiar, por hacer algo para que nuestras borracheras fueran mejor, más agradables para nosotros y para nuestros acompañantes en turno. Y quizás con este cambio de rumbo también lograríamos que las crudas morales disminuyeran y ya no provocaran tanto escozor la mañana siguiente. Tu sabes, esas crudas morales que hacen pensar: “..la cagaste, mi buen. Y la cagaste feo”.

En fin, que en aquella plática de dos amigos crudos el día después de habernos embriagado como Vikingos  antes de la batalla, concluimos que algo teníamos que hacer para que nuestras borracheras fueran menos corrientes.
Porque has de saber que cuando estábamos tomados nos daba por sentirnos agredidos y respondíamos violentamente. Nos daba por buscarles pleito a otras personas, para demostrar nuestra bravura y enfatizar el hecho de que a nosotros se nos debía respeto. Y bueno,  has de imaginar acertadamente que esta actitud nos causaba muchas enemistades, sobre todo porque ya borrachos nuestra clasificación de “me agreden” se estrechaba mucho y nos hacía alterar la paz de la fiesta a causa de hechos insignificantes que nuestras mentes magnificaban… y nos declaraban “persona non-grata”  los anfitriones en turno.

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Portland y mi memoria de teflón

Tocando harmónica en el festival
Tocando harmónica en el Festival de Blues de Portland, Oregon.

En algunos aspectos de mi vida mi memoria es muy selectiva o de poco alcance, para algunos efectos prácticos.  De teflón, pues.

Verán, me es muy difícil, por ejemplo, recordar el nombre de las personas que recién conozco. En algunas ocasiones he pasado por situaciones embarazosas al confundir sus nombres o asignar algunos otros que nada tienen que ver con ellas. Y me ocurre con quienes tengo ya establecida alguna relación de trabajo o cierta amistad.
Acordarme de las fechas tampoco es mi fuerte. No recuerdo la fecha de cuando hice ese viaje tan especial, cuando ocurrió ese acontecimiento importante en mi trabajo o en mi vida personal, en que fecha conocí a tal persona o cuando se vencen mis cuentas por pagar. También olvido frecuentemente las fechas de citas o eventos a los que quiero asistir.

Y lo de las fechas es quizás la parte más crítica de mi desmemoria porque no recuerdo, por ejemplo, la fecha de nacimiento de mi madre, la de mi padre, la de mis otros parientes ni la de mis amigos cercanos. En verdad que los únicos aniversarios que recuerdo son los de mis hijos, de mis hermanas, de mis tres nietos y los de tres de mis grandes amigos.  Y esto en sí mismo es una desgracia para un hombre de casi sesenta años de vida, porque en tantos años tengo la dicha de contar con mucha gente que realmente significa algo para mí pero de la cual olvido la fecha de sus cumpleaños.

Otra de las manifestaciones de mi memoria de teflón es que algunas veces estando en mi casa, siento la urgente necesidad de hacer algo en un lugar diferente al que me encuentro. Por ejemplo, estoy en mi cuarto y necesito ir a la sala por ese libro en el que estoy seguro encontraré la referencia que necesito para algo que estoy haciendo. Me levanto, voy a la sala y ¡POW!, se me olvido cual era el objetivo de mi viaje. Tengo que recorrer mis pasos de regreso al punto de partida para que la memoria se reactive.

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